2012


Años van, años vienen. Desde el primero de enero de 1996 vengo celebrando el año nuevo con uvas, una maleta y mi familia, nada sobrenatural. Anteriormente me dedicaba a escribir un poco sobre el año que estaba a punto de fallecer, darle la bienvenida a los siguientes 365 días y gastar un poco de palabras.
No pienso perder la tradición, así que aquí me despacho.
No considero un error decir que este ha sido el mejor año de mi vida, de mi corta existencia en realidad, por esos pequeños detalles que crearon todo un ambiente de felicidad, tristeza, lecciones, emoción, amistad y vida. 
Empecemos en orden cronológico, ¿por qué no? De una vez viajemos a Febrero. Aquel mes donde el sufrimiento fue el pan de cada día, estábamos en décimo con una carga académica infernal, y el estrés nos comía vivos. Hubo lágrimas, súplicas de clemencia, caos, dolor. Creo que es lo que más le agradezco al colegio en estos 15 años de educación. ¡Aprendimos a vivir a la fuerza! Descubrimos que no todo en la vida es trabajo, que el trabajo se tiene que disfrutar y si no, no vale la pena. La misión en la vida no está definida y, aunque para mi sea nada y la felicidad a la vez (discurso aparte), es claro que trabajar no es nuestra misión en la vida. E igual trabajamos duro, con empeño, fuerte, pero disfrutándolo y dejando de lado el inútil estrés. La vida se hacía más fácil.
Llegaron abril y mayo. Barcelona y Bayern Munich llegaron como rivales de Chelsea. Debo admitir que mis esperanzas eran pocas, casi nulas, pues mi equipo venía en un bajón impresionante y nadie esperaba nada de nosotros. Llegó primero el equipo catalán, el dueño de mis más profundos rencores, al que siempre he criticado por ser tan sucio y habernos quitado de nuestras manos aquella final de la Champions League 2008/2009. Era la hora de la venganza. Drogba, Ramires y Torres fueron los héroes de aquellas dos tardes, que me hicieron gritar como pocas veces lo había hecho. Misión cumplida: llegamos a la final de la Champions eliminando al equipo que siempre habíamos odiado. Era el turno de los alemanes. Su casa, su estadio, su gente, nuestro trofeo. Así fue, el mejor día de mi vida estuvo caracterizado por llanto de tristeza y alegría, por gritos, saltos, baile, euforia y la consecución de la primera Champions League para un equipo que durante años la buscó, sin tener suerte. ¡Justicia divina dicen mis amigos! Y sí, eso fue. Nadie mostró más pasión que nosotros, más voluntad de salir victoriosos, y la suerte nos acompañó. Jamás olvidaré ese momento en el que las lágrimas pasaban por mis labios que a su vez gritaban "GOL", cuando Drogba se alzó hacia los cielos y de cabeza hizo la que sería la anotación más importante en la historia de un club. Los penalties, ni hablar, las lágrimas me impedían ver bien, sin embargo pude vislumbrar a ese negro corriendo tras la pelota, empujándola hacia las redes y dando a la hinchada la alegría buscada durante años: fuimos campeones. 
Llegaron las vacaciones en junio. Habían pasado ya muchos momentos felices que podrían estar en estas palabras, pero no los recuerdo bien, puesto que hay que olvidar las alegrías para darle espacio en la memoria a emociones nuevas. Transcurría agosto y yo, como era de esperarse, pasaba las noches gastando mi teclado en ese espacio que llamamos “Twitter”. Me llegaron un par de mensajes de unos tales @LemasaCDLM y @Maugor, unos señores que  dirigen un programa de 306radio llamado “Soccer306”. Estaba adentro. Sí, un pequeño de 16 años se uniría en agosto a un programa de radio en el que se habla de fútbol internacional. La euforia indescriptible, la emoción para no contar, me eligieron. Ya son 4 meses trabajando cada lunes allá y es, sin duda alguna, una experiencia de incalculable valor. No era todo. Tenía, los sábados, un espacio para dirigir un programa. ¿Sobre qué más iba a ser sino Chelsea? OnlyChelsea306 es el nuevo de tal proyecto que dirijo donde mis amigos trabajan junto a mí. Vamos para algo grande.
Después de unas merecidas vacaciones en el país de las hamburguesas, la vida plástica y la falsa perfección, era hora de entrar al colegio. Es impresionante lo que influyó en mi la experiencia de Febrero, he hecho de Once un año muy grato. He trabajado muchísimo, trasnochado estudiando y cumplido con mis deberes; pero el sufrimiento ha sido mínimo. He podido mantener mis amistades, mis enemistades y todos mis compromisos sin algún tipo de sufrimiento. Gracias Febrero.
Pasaron 2 semanas de colegio y llegó el 16 de septiembre. Maravilloso, cumplía 17 años y sería un cumpleaños organizado por mi donde la gente va porque los invito y todo el cuento. No. Cambiaron las cosas. Con un poco de conchudez, encargué a las que eran en ese momento mis dos mejores amigas a hacerme algo. Volví de programa de radio, me encontré con ellas y encontré muchos detalles que habían organizado para mi. Había momentos en los que no lo podía creer, pues ellas lograron demostrarme que las grandes cosas no se dan a través de elementos de magnitud enorme, sino con pequeños detalles que de a poco empiezan a llenar el corazón.
Noviembre. Se acercaba la entrega de notas y, como es habitual, el Ultimo Sorriso. Siempre he tenido fama de ser mal bailarín y bueno, seamos serios, está justificado ese título. Sin embargo no me importó, y entré en la coreografía de ‘Gangnam Style’. Sufrí mucho la tarde en la que aprendí tal baile, pues mi motricidad no es envidiable, sin embargo pude entender todos los pasos. No era perfecto, no se acercaba ni un poquito, pero algo estaba. Fue en este baile donde aprendí una lección inmensa: no bailé bien en la presentación pero lo disfruté como nunca, sentí por un segundo la música y transmití esa alegría interna a mi cuerpo. Lo logré; después de la presentación recibí muchas felicitaciones, al parecer fui la revelación. La actitud supera a la aptitud.
Finalmente llegó el último mes. Millonarios había pasado el ‘todos contra todos’ de primero, los cuadrangulares también, estaba en la final. Medellín sería la siguiente víctima. Por cosas del destino fue imposible ver al equipo en vivo en semejante partidazo, sin embargo conseguí un buen lugar. Como Chelsea, tras un 1-1 el equipo azul se fue a los penalties. Delgado fue el héroe tal noche, tapando el último cobro y regalándole a la hinchada bogotana la estrella número 14, un honor que había sido esquivo durante 24 años. Era turno de ir al parque de la 106, donde en el remoto 1988 mi papá se dio el lujo de celebrar la conquista del título número 13. Mi turno de volverme loco. ¡Así fue! Con la camiseta de Chelsea puesta, pero con el escudo de Millos en el corazón, volví a ser un niño pequeño que grita, salta, se abraza con desconocidos y lanza harina a todo dar, como si no hubiera un mañana. Una de las mejores experiencias de mi vida.
El viaje a Barranquilla, el concierto de Artemia, los entrenamientos de olimpiadas, entre otros, son algunas de las experiencias que omití. No porque no merezcan ser narradas, sino porque los dedos empiezan a pedir descanso, mientras la mente sigue divagando en los recuerdos describiendo una sonrisa en mi rostro.
Quiero agradecer a muchas personas. A mi familia, a Juan Diego por estar siempre ahí, a Andrea por ser la definición de amiga, a Laura por abrirme su corazón y permitirme llamarla “amiga”, a Ivana por sacarme una sonrisa incluso cuando me mira feo, a mis amigos de Only Chelsea, a la gente de la emisora, al entrenador de fútbol, a mi profesor de guitarra, a los tuiteros, a los no tuiteros, a los humanos, al gato, a todos. Cada una de las personas han influido en mi vida positivamente: quienes me quieren llenaron de cosas bonitas mi corazón, y los que no, enseñaron mil lecciones que me hacen mejor persona.
Esto quedó en mi cabeza durante 2012. Espero eliminar todos estos recuerdos, no volver a pensarlos en muchos años para tener mi mente limpia de buenas memorias y permitirle entrada a muchísimas más. Cuando vuelva a leer esto recordaré, y sabré que cientos de personas hicieron de 2012 algo espectacular.
Gracias infinitas.



A tu humanidad

Me causaría un dolor profundo incluir en mis palabras la suciedad de las mentiras, decir las cosas de una manera diferente y abandonar mi camino a la Verdad. 
¿Qué clase de enfermo puede equiparar la luz de tus ojos a la luminosidad infinita de las estrellas? Maldito sea quien te compare al sonido de las hojas movidas por el viento, quien te diga que sin ti moriría, quien te dice que su amor supera lo natural.
Lo que me haces sentir es diferente, sí, provocas un cosquilleo interno que a veces no puedo describir, ocupas mi mente la mayoría de mis tiempos y daría mucho por ti; pero no eres una estrella, una hoja, una razón de ser. Eres simplemente el amor que por fin encontré.


Para la siguiente nada

Teniendo en cuenta que pasaste, pasas y pasarás; eres.
Cuando pienso en ti el tiempo me recuerda que tu presencia me acompaña, pero, metiéndose en lo pragmático, ¿eso realmente importa?
Pasaste; no sirves en mi futuro. Pasas; en mi porvenir seguirás sin valer. Pasarás; en un futuro posterior serás un cero a la izquierda.
Todo tiempo existente es un pasado pasado, un presente pasado o un futuro pasado. Tú, aunque creas valer algo, no eres más que mi próximo olvido.